Autor: Jaqueline
García C.
Durante todo un largo día de otoño en el alejado Huenol, como muchos que guardaba en su mente…
tristes y sombríos aquellos en que las nubes se ven desagradablemente cerca y oscurecidas por la
cantidad de agua que acarrean, Elizar , el mayor de cuatro hermanos , esperaba
la llegada de su madre Petronila, quien salía
de madrugada a su trabajo de temporera,
en un microbús amarillo, como si se tratara de un bus escolar.
Mientras su hijo Elizar, a sus cortos
nueve años asumía la tarea de cuidar a sus hermanos. Era el cocinero a cargo de
alimentar a los mas pequeños, con
algunas menudencias que le daban a su madre en su lugar de trabajo.
Petronila, era joven demasiado menuda, pero acudía gustosa a
acarrear sacos de papas cuando así su patrón
le indicaba. Era de cabellos rubios y ojos celestes como el cielo,
delgada y muy bajita, parecía que el peso de la vida no le había
permitido alcanzar una mayor estatura. Pero era laboriosa y astuta , había
tomado las riendas de su hogar, pues Elizondo su marido, era un hombre bohemio,
que no tenía conciencia de lo crudo de
la vida y mucho menos del respeto que a su hogar le debía. Se embriagaba con
mujeres, se ausentaba todo el tiempo... para él nunca existieron los que dejaba
en la choza. En esa choza de quilas que
a menudo se goteaba , situación que no angustiaba demasiado a Elizar, pues
sabía que podía trepar, a un roble cercano y deslizarse por sus ramas hasta
lograr acomodar las quilas, que conformaban la techumbre. Así pasaba gran
parte de su tiempo... con la mirada hacia el camino polvoriento, hasta que veía
aparecer el microbús amarillo. anunciándole a sus hermanos, que su madre se
acercaba. Ellos siempre estaban atentos a la mirada y a las instrucciones de
Elizar; que tan valientemente las hacía de papá... y estando su madre ausente,
también tomaba su lugar en labores domésticas, no propias para su edad.
Elizar era un hermoso niño de ojos verdes y vivaces; parecían ser parte de la clorofila
de la naturaleza que lo rodeaba y que a menudo se transformaba en su gran
compañera. Le eran menos tediosos lo días cuando observaba los árboles, y descansaba por las tardes a la sombra sentado con
sus hermanos. Le agradaba el aroma de las hierbas y cortaba de vez en cuando enredaderas, con
las que luego adornaba la mesita, dónde solían degustar, las delicias de sus
manos. Pero ese día era especial... Elizar estaba de
cumpleaños... Apenas su madre se bajara del microbús, él iría corriendo a
abrazarla, pues ella en estas ocasiones tan íntimas y de familia, solía traer unos ricos
dulces del almacén"DoñaTina". Se sentía feliz esperando a Petronila, vió a lo lejos a su madre, pero no traía dulces...Se acerco despacio y ella
puso entre las manitos de Elizar un cartón de un juego de azar. El niño no
comprendía pero Petronila su madre había sido la ganadora,¡ la afortunada
ganadora!.
Arregló a sus cinco pequeños y por primera vez, estaban
todos esperando la pasada del microbús amarillo, ese que tantas veces Elizar
veía alejarse, ese que le llevaba cada madrugada el cariño de su madre.
Se sentaron todos juntos, Elías el menor en los brazos de
Petronila, los demás se fueron turnando para poder viajar sentados, pero eso no
importaba, la alegría era inmensa por la ventanilla veían pasar veloces
árboles, autos y casas, se aburrieron de mirar de contar hasta 10 los autos, y
se fueron quedando dormidos, pero Elizar estaba tan fascinado, observaba
entusiasmado, el trabajo del asistente del microbús, mientras cortaba boletos y
consultaba atentamente a todos los pasajeros donde debían bajarse. Desde donde
él estaba podía alcanzar a mirar todos los movimientos del experto conductor,
lo que mas le entretenía era un adorno que colgaba, al parecer un pollito... algo
entierrado y desarmado, pero más le sorprendió un perrito, que cada vez que lo
miraba, asentía con la cabeza aprobando, su curiosidad de niño. De pronto un
sobre salto alguien había amarrado uno de los zapatitos de Elías junto al
pollito que colgaba en el parabrisas, revisó inmediatamente los pies de su hermano, encontrando que a uno de ellos le faltaba su
calzado. Se dirigió afligido, a su madre. Doña Peta ya dormía, la remeció como
pudo y le comunicó lo ocurrido. Petronila avergonzada se acercó al conductor..._
no piense que soy descuidada señor, pero desconozco como llegó el zapato de mi
Elías a su colgador?.
Recuperados del problema se acomodaron para continuar viaje,
¿ a dónde vamos mamá? Preguntó por fin Elizar… a Santiago retoñito, vamos a
cobrar lo que es nuestro. _Lo primero que haré llegando será ubicar un abogado…
A Elizar solo importaba ir viajando en “el amarillo “, esta vez junto a su
madre y a todos sus hermanos, el paisaje era perfecto, aunque pasaba tan
rápido, algo alcanzaba a observar, y sacaba de su bolsillo una botellita con
leche que su madre le entregara poco antes de subir, estaba tan sabrosa era una
leche especial, le convidaba a sus hermanos, se sentía tan feliz. Aquí si hay
comodidad le decía Petronila si hasta baño tenemos y para lavarse las manos
tienes que pisar un botón y ¡Zas!, que sale un buen chorro de agua, bueno y si
tienes mucho sueño puedes cerrar las cortinas…¡estas se llaman cortinas!..._ Nosotros no las tenemos en casa, pero desde ahora en adelante hijos míos todo va
a ser perfecto. Tendremos una casa digna
con ventanales enormes por donde entre el sol, cortinas de encajes adornando el
living, tendremos el sofá mas confortable que me pueda imaginar, para que
duerma la siesta después de almorzar caviar…¿ Qué es eso mamita? Preguntaba
Elizar, ya verás, ya verás, y si te gusta mucho esta micro… te compraré otra mejor,
una para que viajemos todos y que no tenga que quedarse ninguno de mis retoños,
sufriendo por mis ausencias por salir a buscar el pan, porque Dios me a
regalado un gran premio mi retoñito.
El viaje era
maravilloso, pero al paso de las horas también Elizar dormitaba, comenzando a
soñar con ese perro tan afable que tenía el conductor, ese que todo lo que
miraba lo encontraba positivo y decía con su cabeza si, si, si, los frenos del
microbús despertaron a Elizar, quien se acercó despacito a observar al
conductor, que inteligente es este señor pensaba para sus adentros, lo veía
mover los pies y cada vez que lo hacía notaba que la máquina cambiaba la
velocidad. El asistente pudo verlo y le indicó que se sentara, pero Elizar le
dijo no sin antes permitirme manejar, lo que provocó la risa de algunos
pasajeros, luego un tanto incómodo retornó a su lugar, Petronila preocupada
pues, estaban por llegar, apretaba su cartera, allí llevaba su boleto de azar.
Se van a agarrar de las manos todos mis retoñitos yo llevaré a Elías en mis
brazos… así organizaron su arribo a la gran Capital muy temprano a las seis, el
equipaje era escaso, la leche y un par de paños. Allá nos arreglaremos había
prometido Petronila.
Se tomaron de las manos, sin apartarse de su madre, son
demorosos los trámites le había indicado Petronila, pero si tienen paciencia la
vida nos va a cambiar. Casi al atardecer se desocupó Petronila, dejé gran parte
en el banco le decía a sus pequeños, que de eso nada entendían, pero lo que sí
sabían que tenían mucha hambre. En un lugar muy bonito Petronila agasajó a
Elizar con pasteles y regalos, pues no había olvidado que estaba de cumpleaños. Más tarde y al anochecer
después de mucho ver y recorrer, contaban con un furgón, la marca no les importaba solo debía ser amarillo,
cálido como el sol... para pasear a sus hijos. Petronila se armó de valor y se
dispuso a conducir, en vano no había acarreado la fruta y los sacos de papas en los colosos del
patrón.
Salieron de la cuidad, la felicidad era plena, ¡era un furgón
amarillo!, limpio, con un aroma tan puro; con asientos tan modernos, y que decir
de los vidrios... Se subían y bajaban con sólo apretar un botón. Los niños bien
adiestrados, "no debían meter mano", les ordenó Petronila. lSe veían todos fántasticos, bien
arreglados despojados de la pobreza; alegres, emocionados y con la guatita llena. Así no podían molestar. Era una maravilla; ¡un regalo de Dios! pensaba Elizar mientras Petronila conducia con gran experticia, entre tanto bocinazo, avanzaron muchos kilómetros en su joyita amarilla. Pero tantas emociones les estaban
pasando la cuenta, el cansancio era evidente a cada uno de ellos,_Con precaución mis cabritos, viviremos mucho más_ Y se dispusieron a
descansar a orillas de la carretera entre frenadas y sonidos motores, estacionó su vehículo. Temprano en la madrugada, comenzó a salir el sol, ahí
fue que Petronila advirtió un cartel que decía; ...vendo mi parcela. _ recontra si ésta es pa mi_ Ingresó al
recinto nerviosa , descendió con gran elegancia, con
tacones y un vestido rosa que hacia notar su delgada figura. Habló un gran rato con un señor muy obeso,quien ofrecía sus tierras, dando honor a sus bondades. _ Se le da el choclo, zanahorias y un cuanto hay_ Luego de mucho hablar y con caritas sonrientes, hicieron ese ahelado
trato. Firmaron por la mañana el compromiso de compra y venta, quedando en ese
lugar, la esforzada Petronila en compañía de sus hijos, en una casa bonita con ventanales muy amplios,
por donde podía ver, como jugaban sus hijos, como crecán sus plantas y con un furgón amarillo, que le dio
confort a sus vidas y le dio color a sus viajes.-
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